A principios de noviembre, me invitaron a dar una charla en Indonesia en la conferencia I3INA en una sesión especial sobre ‘Emerging Trends in Big Data and Artificial Intelligence’. Durante mi intervención, hice una mención especial a los unicornios, esas empresas con una valoración superior a los mil millones de dólares, que operan en Indonesia.
Sorprendentemente, dado que sólo operan en el mercado indonesio, son compañías desconocidas a nivel internacional. Sin embargo, esos unicornios han cambiado la vertiente tecnológica del país. Bukapalak es un ecommerce que ahora opera también en países vecinos como Malasia, Brunei y Singapur. Traveloka es una versión patria de Booking. Tokopedia es otro ecommerce y, finalmente, Go-Jek es el clon indonesio de Uber. Tenía que haber uno.
En los comentarios durante la pausa de café, la conversación giró en torno a por qué esos unicornios no eran exportables o podían invadir otros mercados. Pensé en los españoles Cabify o Glovo, que también compiten en Latinoamérica. ¿Por qué los unicornios indonesios no tenían esa vocación de salto internacional?
Dos semanas después, en una reunión de proyecto europeo en Turquía, hice de nuevo la pregunta, tomando unas cervezas en Istiklal, la calle más concurrida de Estambul. Y recibí más o menos la misma respuesta: es complicado.
Si Indonesia, con un mercado de doscientos millones de personas; y Turquía, con una economía mucho más avanzada pero siendo un país aún en desarrollo, no exportaban sus unicornios, ¿cómo podían las startups de Israel, la llamada Startup Nation, nacer ya mirando hacia fuera? ¿O las tecnológicas norteamericanas tener esa vocación global? ¿Y las chinas, que ya se consolidan como una potencia tecnológica mundial? Finalmente, ¿qué podemos hacer las tecnológicas europeas?
La respuesta me la dio uno de mis compañeros de proyecto. Es como Hernán Cortés. Te vas a la conquista de las Américas cuando no te queda otra. Y quemas tus barcos para no volver.
Las exportaciones españolas crecieron a velocidad de vértigo cuando no había otra. Durante la crisis. Un mercado fuertemente exportador como es el europeo, con Alemania y la poderosa industria de la automoción a la cabeza, tiene que mirar al mundo. Y nuestras startups también. Entender que no hay otra opción. Máxime con una crisis global en ciernes y una globalización cada vez más extendida.
Vamos a tener que hacer un Hernán Cortés, o resignarnos a nuestros pequeños y fragmentados mercados. Tertium non datur.
Fotografía: Geralt.